Pero no fue así, el pequeño clarinetista siguió estudiando música a la vez que entraba como obrero en la fábrica de calzado del pueblo como cortador de piel, oficio distinguido de la época ya que sólo lo podían ejercer aquellos que gozaban de una cierta disposición manual y artística. Comenzó como aprendiz en su oficio y en su carrera musical, pero no tuvo que pasar mucho tiempo para que despuntara en las dos.
Cuando aún no tenía 13 años conoce a Consuelito, su futura mujer. Consuelo Pérez Molina, nace el 3 de septiembre de 1906 en Cocentaina. Es la hija menor de 3 hermanos, Francisca y Francisco. Sus padres elaboraban y vendían chocolate, junto a café, azúcar y especias. Se les conocía, popularmente, por el sobrenombre de Chocolateros.
El tiempo va pasando y el adolescente se convierte en adulto. Continúa en su mismo oficio, pero cambia de fábrica.
La música continúa siendo su gran pasión, por encima de su enfermedad (nunca falta a los ensayos de la banda). No se conformó con ejecutar las piezas del repertorio, sino que las estudió con profundidad y quiso conocer la técnica de la composición. Eso le condujo a dedicar parte de sus horas de estudio a la armonía. Indagó en los libros y pronto no hubo secretos para él en las melodías y en su traducción al pentagrama .
Gustavo no saboreó el ambiente de un conservatorio, ni la competencia que representa acceder a unas oposiciones, ni los ambientes bohemios y artísticos de una capital… toda esa atmósfera que tanto pesa en la vida de un compositor, pero a cambio supo vivir e integrarse en las fiestas de su pueblo como hasta entonces ningún músico había hecho.
Acudía a todas las actuaciones de su banda. Estos años suponen en su vida como una preparación, un compás de espera, antes de llegar a la etapa de compositor. Su agudo oído musical, unido a su gran memoria y a su ingenio, hacía que cualquier melodía que escuchase fuese capaz de interpretarla íntegra a los pocos minutos. Gozó de facultades extraordinarias; conocía las claves de memoria, transportaba a primera vista los papeles de flauta, requinto, oboe… los efectos de cualquier obra.
Había empezado a tocar el violoncello.
Los instrumentos de cuerda le apasionaban, buena prueba de ello es que entre sus primeras composiciones se cuentan: Vida mía (vals) y La menina (mazurca), ambas interpretadas por la rondalla.